Pequeños detalles marcan la diferencia





Esta regla, que se puede aplicar tanto al mundo de deporte como al laboral y en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, se convierte en un elemento clave a la hora de vestir, sobre todo en un mundo como el actual en el que la imagen es nuestro pasaporte de entrada al resto del mundo. Es por ello que los complementos y los accesorios se convierten en algo tan importante, porque son  la huella digital’ que nos diferencia de los demás.

Si vestir bien y de manera personal es importante, los complementos y los accesorios de una buena vestimenta no lo son menos. La importancia de los complementos radica en su versatilidad, también en su capacidad de convertir en una prenda nueva cualquier vestido, unos zapatos adecuados pueden convertir un look casual en un outfit para salir de fiesta. Esto es una verdad comprobada que se ve en cada fotografía de cada revista de moda, unas sandalias o  joya es capaz de llevar a unos vaqueros al siguiente nivel.

Hay que ser auténtico por encima de todo y por supuesto transmitir estilo, con un sello personal. Aunque una clave fundamental es la calidad, tanto de los complementos como de los accesorios, sobre todo cuando tenemos cierta edad.


A los 20 años disfrutemos la libertad de llevar colores y usar piezas grandes que expresan nuestro estado de ánimo y personalidad. Es la edad ideal para usar los accesorios más atrevidos en los materiales más diversos; collares que alarguen un cuello corto, zarcillos en diseños que den balance a la forma de nuestro rostro y resalten nuestros puntos más favorecedores.

Cuando llegamos a la segunda juventud, digamos entre nuestros 30 y 40 años, solemos aspirar a un look moderno y a la vez sofisticado. Metales preciosos y gemas en color y tamaño discreto pasan a formar parte de nuestro look cotidiano. Desarrollamos la habilidad de combinarlos con exquisita gracia con piezas económicas y vistosas. Algunas prendas que amamos en nuestros veinte ya no encajan con nosotras; lucen baratas, pasadas de moda o un tanto infantiles. Es momento de despedirse de ellas y dejar espacio a las piezas que aun reflejan tu estilo, te favorecen y complementan tu vestuario.

Entre los 40 y los 50 años sabemos lo que nos gusta y lo que nos queda bien. Queremos seguir luciendo jóvenes pero también solemos querer aportar exclusividad a nuestro look, por ejemplo, nuestra cadena de siempre con un dije moderno. De los coloridos zarcillos grandes cubiertos de cristales y perlas, típicos de los 80s, conservamos uno o dos pares estilizados y de tono neutro  y los usamos en ocasiones especiales.

Cuando gravitamos entre los 50 y los 60, Llevamos a diario nuestras piezas favoritas, que suelen ser de diseño clásico, de la mayor calidad y van con todo. Es una buena idea adquirir accesorios que nos aporten frescura.

Diviértete con los accesorios, siempre teniendo en cuenta lo que nos favorece, nos hace lucir interesantes y atractivas. Hay que ser uno mismo, pero sabiendo que entre lo personal y el ridículo hay una delgada línea que nunca se debe traspasar.

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